jueves, 23 de junio de 2011

No quiero

El día que nació ya todo el mundo supuso que el bebé quería ir con su madre. En la infancia, decidieron que el niño quería jugar al ajedrez. Ya en la adolescencia era evidente que el muchacho quería estar solo. En la juventud se supuso que el joven quería ser arquitecto. Al cumplir los treinta y tantos, los que le rodeaban coincidieron al afirmar que sentaría cabeza con una muchacha. Ya convertido en señor, los demás presumieron que quería retirarse y disfrutar de sus nietos lo que no había disfrutado de sus hijos.

De viejo, hizo memoria, y apuntó en una hoja:
"De bebé no quería estar cabeza abajo recibiendo golpes en las nalgas, así que extendí mis brazos hacia la primera persona que vi tumbada. De niño no quise estar en el equipo de baloncesto, demasiado esfuerzo físico. Como adolescente no quería que me estuvieran preguntando a cada rato qué me pasaba, y me escondí de todos. Ya más joven, no quise ser médico como mi padre; y con treinta y tantos, con todos mis amigos casados, no quise quedarme solo. Cuando fui ya un señor, no quise perderme la infancia de mis nietos como perdí la de mis hijos.

Ahora ya viejo, puedo decir que todos interpretaron las señales, pero no correctamente. Mi vida" -escribió- "no estuvo marcada por lo que quise, como se cree, sino por lo que no quise.

A simple vista puede parecer lo mismo, pero no es igual. Y ahora escribo no porque me apetezca, sino por que no quiero repetir los mismos errores".

2 comentarios:

  1. Debe de ser algo generacional. Yo en mi vida tampoco he sabido nunca lo que sí quería, en cambio, tenia muy claro lo que no. Y así ha funcionado siempre.
    El inconveniente, en mi caso al menos, es que ves como son otras las personas que han decidido y las que han elegido por mi,(ya que ellas tienen claro lo que sí quieren), siendo las consecuencias en muchos casos irreversibles y siempre todas tuyas e incluso para toda la vida.
    Ahora intento ser adulta (aunque nunca entendí su significado) y responsable de mi misma.
    Ahora soy yo la que elijo y no al contrarío y para saber que es lo que quiero sólo tengo que saber que es lo que siento.

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  2. No sé. Lo que nos enseñan es que tenemos que hacer lo que uno (o una) quiere, y que hay que conseguir lo que una (o uno) quiere. Al final, yo creo que soy más feliz cuando no tengo que hacer lo que no quiero. Me limita más como persona, como profesional, como amigo, como "amante", como vecino... hacer lo que no quiero que no tener lo que quiero.
    Al fin y al cabo, lo que uno quiere va variando con el tiempo, con las circunstancias, pero lo que uno no quiere, pase lo que pase y en un alto porcentaje de ocasiones, no varía.
    Eso facilita muchas decisiones. En el trabajo sabes que no estás dispuesto a que te pisar a nadie, a que tengas que "obedecer" sin cuestionar, ha no tener vida propia... En la relación de pareja ya sabes que no quieres celos, ni gritos, ni desconfianzas, ni reproches... Definir lo que uno quiere en estos casos terminan siendo asuntos muy generales, pero lo que no quieres, en cambio, son cosas muy concretas y definidas. Saber hasta dónde quieres llegar y a qué no estás dispuesto, funciona más para ser feliz, creo.

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