miércoles, 16 de diciembre de 2015

jueves, 10 de diciembre de 2015

¿Quién eres tú?

La había abrazado muchas veces. Al fin y al cabo eran amigos desde hacía años. No es que se llamaran para contarse cómo les iba ni que se buscaran para contar confidencias. Es más, sus vidas se habían cruzado en una boda donde ambos eran los únicos ocupantes de la mesa reservada para los “sin pareja”, justo detrás de “amigos del novio” y al lado de “niños que no pudieron quedarse en casa”.

Aquella noche ninguno tenía intención de abandonar dicha mesa en fechas próximas, pero no dejaron de divertirse con trivialidades y las miradas de la madre de la novia cada vez que su nuevo yerno tomaba la copa para brindar.
De esas horas no salió nada más que una grata velada y una amistad que solo se retomaba con alegría sincera y sonrisas cuando la casualidad cruzaba sus vidas en algún lugar.

Sí, la había abrazado muchas veces. Casi como a un colega. Quizá como un cómplice. Pero ni por parte de ella ni por la suya hubo nunca un gesto, una mirada, un guiño que les comprometiera.

Pero las cosas pasan porque pasan, y ella, que manejaba el sentimiento de afecto a su antojo, tuvo un momento de debilidad una de las noches que se encontraron. Él, que se sentía ya libre de la condena del amor, sintió que sus piernas fallaban cuando ella le abrazó.

Y sin mirarla, comprendió que su salvoconducto era ya pasto del fuego desde ese preciso instante; y sin respirar busco con la mejilla otra mejilla en la que apoyarse; y sintió como los brazos de ella le atrapaban el cuerpo y el espíritu; y notó hablar a sus manos y tocar a su boca; y regresó a la boda de un amigo y a los encuentros fortuitos, pero también a todos los amores que llegaron a ser y a los que no fueron; y regresó a casa; y se llenó de paz, tanta paz, que solo pensar que en algún momento debía de soltarla le hizo llorar.

Fue cuestión de segundos que sus mejillas recién descubiertas se separaran para unir sus bocas, y algunos segundos más para que sus bocas se abrieran para sin decir nada, contarlo todo.

Ellos aseguran que apenas fueron unos segundos, que todo ocurrió en poco más que en un abrir y cerrar de ojos, pero lo cierto es que fueron los porteros del local los que tuvieron que intervenir para separarlos horas después de cerrar. Y no fue fácil.


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