domingo, 28 de noviembre de 2010

Calma chicha

         Me hechizan esas noches en que el viento y las nubes se van de farra a Dios sabe dónde dejando tras de sí a la luna y un camino directo entre ella y yo.

         Me alucinan esas noches en las que sólo con poner el oído en el suelo, somos capaces de escuchar el chirriar del eje de la tierra de tanto silencio. Son esas noches en las que los buhos bostezan de aburrimiento, los fantasmas remolonean sin ningún tipo de interés por encontrar a los ladrones de almas y Frida (la perra con la que comparto vida) se echa junto a mí y sólo levanta la mirada en un gesto de solidaridad animal.

         Me gustan esas noches porque este reencuentro entre el mundo y yo convoca los recuerdos de mi vida, y sobre el celuloide estrellado del cielo aparecen momentos inolvidables que ya había olvidado no olvidar.

         Y aquellos besos en Tufia ya no quedan tan lejos, y regresa el sabor de aquellas papas con cebolla y ajo que no sobrevivieron a Tata, o las carreras a la cama cuando los Reyes Magos aún existían, y las noches en que Don Cicuta y La Ruperta congregaban a toda la familia frente al televisor, y aquellos pasos de ballet vuelven a recorrer la Avenida y recupero amigos que se fueron y amores que no llegaron.

         Me doy cuenta entonces de que la Costa Brava tiene rostro de mujer; y de que Paris fue más bonito con ella; que el románico comenzó con sus curvas; y de que Guatemala está llena de risas; y de que la Costa Oeste fue un abrazo entre amigos; y Lisboa, una despedida; y Madrid, “aquí un amigo”; y Pamplona, una excusa; y aquella caleta tinerfeña, una oportunidad perdida.

         Son horas hermosas.

         Por supuesto que hubo dolor y tristeza, pero nunca aparecen en noches como las de hoy. Se fueron con el viento y las nubes.

viernes, 19 de noviembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

El mar

El mar, vida,
es vida (mi vida)
en vida.

Pero en muerte,
vida,
es sólo corriente
pendiente
de una solución.

jueves, 11 de noviembre de 2010