jueves, 29 de mayo de 2014

Calamares

-"No es grave", -dijo el doctor después de auscultarme por segunda vez.

-"No lo será" -le dije-, "pero anoche casi no pude dormir, comí con desgana, me despierté triste, he estado todo el día agotado... Ni siquiera discuto".

-"Ya" -respondió-, "pero sus análisis son perfectos, siempre dentro de los parámetros normales. No tiene problemas con sus articulaciones ni con el corazón ni de memoria... La vista, bien; el oído, bien; los reflejos, bien... Por más que miro, no padece usted nada que yo sea capaz de detectar".

-"Pues doctor" -exclamé resolutivo-, "desde que me levanté esta mañana siento un terrible vacío en el estómago, como si me hubiera quedado hueco por dentro, como si se pudiera ver a través de mí. Es una sensación extraña, como que me pasa algo malo".

-"Con esos síntomas" -sonrió-, "podría ser soledad o hambre".

Indignado me levanté, me di la vuelta y entré en el ascensor que casualmente me esperaba. Mientras los números saltaban de forma descendente en el panel de botones, no pude evitar pensar en el tiempo que llevaba solo, en los años que no compartía una risa o una caricia, una noche, un beso, un minuto de ternura.

Salí del edificio y maldije al doctor. ¿Cómo se atrevía a cuestionarme?¿Cómo podía soltarme eso así?

Entré en un café y pedí un zumo y un bocadillo, -"el que usted me ponga"- le dije al camarero.

¿Me habría vencido la soledad?¿Podría sentirme tan vacío después de tanto tiempo?

-"¿Se encuentra usted bien? Tiene mala cara", -me preguntó el camarero con el pedido en la mano.

-"Sí. Gracias", -contesté a la vez que me recolocaba en la silla y volvía a la realidad.

Y mientras desayunaba y veía pasar a la gente, pensé en la vida que había tenido, lo que gané y lo que perdí, lo que me hizo sufrir y lo que me hizo más fuerte, en lo que esperé que no llegó y en lo que vino sin invitación previa... Y me di cuenta de que el doctor llevaba la razón: lo que tenía era hambre. Así que pedí una de calamares.

miércoles, 7 de mayo de 2014