Uno no llega a disfrutar de las cosas en su plenitud hasta
que se hace un profesional.
Así, el profesional del vino logra distinguir en el paladar
los amargos y los afrutados que esconde cada botella, así como su aroma, su
madera –si la hubiera-, su aspereza y hasta la densidad del líquido en el paladar.
Un profesional del vino sabe que lo importante no es la forma de la botella ni
el diseño de la etiqueta; que la copa ayuda, pero no es vital; que su
preferencia es el corcho al tapón sintético; que el pescado puede disfrutarse
con un tinto así como algunas carnes con un blanco.
El periodista profesional, por ejemplo, sabe que escribir con
corrección es importante, pero no tanto como la noticia; que el encuadre en la
imagen da calidad pero por encima está el momento, la imagen misma, el instante
histórico que se quiere robar a lo que ha pasado. Por eso no disfruta de ver su
nombre en el periódico, sino de ver su nombre junto a la información que ofrece.
El médico profesional, por su parte, sabe que distinguir una
enfermedad depende más de su capacidad para comprender la dolencia del paciente
que en dar remedios hasta que se atina; que por encima del diagnóstico está la
cura; el doctor profesional sabe que la alarma de lo que parece evidente no se
corresponde con la urgencia de la atención. Por eso no disfruta cuando descubre
qué tiene el paciente, sino cuando sigue la evolución de su cura.
El vendedor profesional, que los hay, sabe que su trabajo es
vender, pero su riqueza está en que lo vendido no sea devuelto. Sabe que hay
clientes que exigen mucho para comprar poco, o quienes están dispuestos a
comprar cualquier cosa. En cualquiera de los casos, lo que sabe seguro es cuál
es la mercancía que puede ofrecer a cada uno o una, es capaz de hacer una
relación directa entre su cliente y su producto. Sabe también que la atención
es, la mayoría de las veces, más importante que la venta, porque en ello está
la diferencia entre ganar clientes y perderlos. Por eso no disfruta cuando ve
salir al cliente con las bolsas sino cuando lo mira regresar reclamando su
confianza.
Pero llegamos al profesional de la vida, ese o esa que lo
único que sabe es que siempre va a seguir aprendiendo. Por eso no disfruta del
camino andado, sino de cada uno de los pasos que da.