Sabía que la conocía
desde el mismo momento en que apareció atravesando el pub. Yo estaba
apostado en la barra y ella hizo su aparición entre risas y gestos
rodeada por amigas. Cuando nuestras miradas se cruzaron me hizo un
gesto con la mano y, unos instantes después llegaba hasta mí para
darme dos besos y preguntarme por la vida.
-”Bueno, ya ves, como
siempre”, dije intentando recordar de qué la conocía. “¿Y
tú?”, añadí intentando descubrir alguna pista que me sirviera
para conocer quién era.
-”Pues ya ves, con
estas amigas después de cenar. Pero qué casualidad encontrarte
después de tanto tiempo”.
Era evidente que hacía
tiempo que no la veía, así que la pista no me sirvió de mucho.
Supuse que ahí acabaría el encuentro, pero contra todo pronóstico,
me presentó por mi nombre a sus compañeras de copas, añadiendo un
breve resumen de mi vida lúdico-profesional.
Casi no pude
concentrarme en las conversaciones pensando de qué conocía yo a
aquella muchacha que tanto sabía de mí y de la que, sin embargo no
recordaba ni su nombre.
Pasaron las horas y las
amigas fueron retirándose con la excusa de los niños, los maridos y
los quehaceres matutinos, por lo que allí, en aquel local de tenue
luz azul, comencé a enamorarme de ella.
Su número de teléfono
lo apunté como “desconocida”. Nos llamamos en varias ocasiones y
compartimos cines y teatros. Nos prestamos libros, intercambiamos
postres e hicimos juntos roscas antes de que se quedara por primera
vez en mi casa.
Con “cariño”,
“amor”, “cielo”, “tesoro”, “ángel”, etcétera, fui
escapando sin preguntarle su nombre, siempre atento a que alguien la
llamara o se refiriera a ella. Puede ser que en alguna ocasión algún
conocido o conocida me preguntara por mi pareja, y que yo contestara
cualquier cosa sin saber a quién se refería pero, por increíble
que parezca, la verdad es que hasta el momento en que rellenó la
solicitud de matrimonio no supe ni su nombre ni sus apellidos. Habían
pasado tres años desde el encuentro en aquel local.
Pasaron los años,
tuvimos dos hijos y una hija, nos amamos con locura antes de tenerlos
y con ternura después de que vinieran al mundo. Cambiamos dos veces
de casa y compartimos lo bueno y lo malo de la vida. Realmente fuimos
felices.
Nuestra hija y nuestro
hijo crecieron, se fueron de casa y uno se casó, otro vive solo y la
niña, con su pareja. A nosotros nos dio por viajar y descubrir
mundo. Vivimos como soñamos que podíamos hacerlo.
Después de más de 40
años juntos, un infarto me trajo hasta este hospital. Tras el susto
decidí que si mi hora estaba cerca, tenía que despejar la única
duda que tenía respecto a mi mujer, así que en un momento en el que
nos quedamos solos, la miré a los ojos y le pregunté:
-”¿De qué nos
conocemos?”
Ella me miró y en sólo
unos segundos dos lágrimas corrieron por sus mejillas. No fui capaz
de decir nada. Sólo atiné a limpiárselas con la mano. Justo en ese
momento el doctor entró y ella, entre sollozos le dijo.
-”Doctor, creo que
también tiene Alzheimer”.
Y aunque quise
explicarme, me aumentaron el número de pastillas.
¡ Ay Yiyo, eres auténtico !
ResponderEliminarHa sido una lectura muy agradable y divertida.
A veces hay que pensar bien en cómo hacer la pregunta correcta, para poder obtener la respuesta que resuelva nuestra duda. Parece una tontería, pero no lo es en absoluto.
Estos días he estado leyendo varios artículos y trabajos porque tenemos que preparar una formación, son sobre "pensamiento crítico", y una de las tantas cosas que dice, es que un pensador crítico (no de criticar) sabe cómo hacer la pregunta adecuada para obtener una respuesta a sus inquietudes. Muy interesante. Tu relato me lo ha recordado.
Besos y gracias, ha sido divertido.
Llegados a este punto siempre aparece el mismo dilema: No sabemos si el problema es hacer la pregunta justa o que el interlocutor se mueve en un espacio que no es el nuestro. A veces, da lo mismo sobre lo que hables, el problema es si nos entendemos, y eso, casi siempre, es difícil.
ResponderEliminarUn beso grande y gracias a ti por permitirme escribir para alguien. ;-)
Sí, es complicado relacionarse, hablar en la misma frecuencia, por decirlo de alguna manera. Hay tantas interferencias, los miedos de cada uno, los muros protectores que protegen tanto que no permiten ser, los secretos de cada uno, el pasado, las esperanzas... Muy complicado, ¿cómo hacer?, ¿cómo hacer para que algo bonito pueda filtrarse y salir o entrar por las rendijas de los muros?
ResponderEliminar¿Cómo puede ser tan sencillo hablar con alguien de manera desinteresada y profunda, sin miedos y si eso pasara a ser algo más íntimo ya todo se complica y comienzan los silencios? Incomprensible y algo triste.
Sin complicaciones, es lo que se estila, lo que se dice para que no haya mucha implicación, que los afectos no me compliquen la vida, que solo me rocen. En fin, lo hacemos complicado, no lo es, lo hacemos. Tenemos miedo a miles de cosas, pero sobre todo a sufrir, creo yo, aunque también a ser felices. Porque una cosa sin la otra es imposible.
En fin, a seguir en ello, besos.
Original....como siempre!
ResponderEliminarYo emocionada leyendo una historia que me parece de los más tierna y acabo la lectura con una sonora carcajada, hasta mi gato acostado en mi falda se despertó mirándome con cara de "qué paso aquí"
Te felicito!
Creo que el principal problema no son nuestros miedos ni nuestras limitaciones, sino como los transmitimos y como las cosas que nos pasan se filtran a través de ese tamiz, determinando más lo que nosotros creemos que lo que realmente parte desde el otro.
ResponderEliminarSolución, a saber. Posiblemente hablar mucho y conocer al otro. Así, por ejemplo, si sabemos por experimentarlo que alguien nos quiere, no deberíamos pensar que nos hace daño conscientemente, pero lo hacemos.
Por otro lado, los silencios en la pareja son muy bonitos, quizá mucho más llenos de contenido que lo que decimos, porque ahí no hay palabras que malentender ni malinterpretar.
En cuanto al segundo comentario, me alegra que te hayas reído. De los finales que manejé, este era el más simpático, pero tenía mis dudas. ;-)
Un par de besos y gracias.
Una prueba más de lo que te gusta jugar con las palabras! Y de nuevo una reflexión sobre lo dificil de comunicarnos, entender a los demás y hacernos entender.
ResponderEliminarA veces una palabra mal dicha o mal interpretada puede estropear lo que existe o impedir que nazca algo nuevo.
Conseguir el equilibrio entre reflexionar antes de hablar para adecuar las palabras a los pensamientos/sentimientos y mantener la frescura de la espontaneidad sin miedos ni recelos a la reacción del interlocutor será mi lectura particular del relato, sin olvidar algo que siempre debería acompañarnos en nuestros relaciones con los demás y que tu siempre consigues de tus lectores, y es reirnos mucho junto a las personas que queremos.
Un besote.
Sólo subrayo que es importante, a la hora de interpretar, situarse en lugar del otro, igual que para comunicarnos. Hay veces que lo tenemos muy claro. Si alguien a quien su jefe le acaba de montar un lío nos contesta mal, entendemos que está nervioso y, casi siempre, sabemos interpretar lo que nos dice sin tener en cuenta lo que textualmente dice. O al revés, si alguien que sabemos que está muy afectado por algo le tenemos que decir algo, lo hacemos con mayor delicadeza.
ResponderEliminarAl final, siempre vivimos situaciones y estados anímicos que debemos interpretar en los dos sentidos de la comunicación. Que es andar con pies de plomo, en parte sí, pero es preferible preguntar mil veces hasta que nos entendamos que escuchar lo que queremos o esperar que el otro me entienda.
Eterno dilema.
Besos grandes
No solo es que me encante leer tus relatos, que en general me maravillan, me hacen disfrutar, pensar, recordar, añorar... sino que me gusta, a través de tus contestaciones posteriores, descubrir a una persona que parece posicionarse con respecto a las relaciones humanas de una manera muy sabia. Esa sabiduría que da la experiencia de la vida, la observación, el ponerse en lugar del otro para poder comprenderle, el empatizar. Y como no, cierto humor negro y fresco al mismo tiempo.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un beso.
Es cierto que juego en desventaja. Cuando uno responde se sabe quién es (aunque no me conozcan personalmente). Ustedes, casi todos/as, son anónimos, así que no podemos -y digo "podemos" porque podría ser más interactivo- conocer a nadie. Propongo que se pongan nombres falsos, así sabremos, por lo menos, como pensamos, aunque no sepamos quienes son. Quizá eso haga que parezca que yo me descubro más.
ResponderEliminarPor otra parte, estoy seguro que quienes entran de forma habitual, lo hacen porque también observan el mundo y se identifican con lo que alguna vez hemos vivido.
El humor es sólo dar una vuelta al asunto para que no se aburran.
Gracias a ti y un abrazote.
Oye, me parece una buena idea. Siempre me gustó mucho el nombre "Gabriel", pero hasta ahora no he conocido a ningún adulto que se llame así. Así que he decidido que para ustedes seré "Gabriela".
ResponderEliminarUn beso.
Pues ya somos dos nombres, por lo menos.
ResponderEliminarBesote.
Que entretenido esto de buscarse nombre falso!. Y tampoco es nada facíl, pues en cierta manera y aunque falso, condicionará también tu proyección interior. El caso que llevo como 15 nombres y no acabo de decidirme, y eso es con todo, que es lo peor.
ResponderEliminarBueno, espero acertar conmigo misma.
Me gusta este juego,
un beso
Estoy hasta por cambiar el mío ;-))
ResponderEliminarYa "semos" tres.
Besotes
Alguien escribrió que- "el ser humano ha nacido para amar y ser amado",- aunque nos dejemos la piel e incluso la propia identidad para desimularlo y que es la inteligencia y la voluntad quienes moldean y educan los sentimientos y que si estos los dejamos en manos del azar, las circustancias o lo que se presente, según el encuentro de ese día, acabaremos sin comprender y peor aun, sin aprender-(comprender es ponerse en lugar del otro, aprender es llegar a conocer y obrar en consecuencia).
ResponderEliminarLa felicidad sólo es la consecuencia de lo que hemos y vamos haciendo con nuestra vida cada día, cada minuto, y aunque no nos parezca importante en ese momento el instante, sabiendo en el fondo que es único, creemos que habran otros e irremediablemte lo desperdiciamos, arrastrando consecuentemente con ello nuestra propia felididad.
Lo dice Enrique Rojas, yo sólo lo comparto.
Un Beso solo mio.
así que son tres... pues muy bien, cojo la directa y desaparezco, al fin y al cabo soy tan superficial que tendría que darme lo mismo, no? Ciao
ResponderEliminarPD: espero que, al menos, nadie suplante mi identidad
Completamente cierto eso de que la felicidad es sólo consecuencia de lo que hacemos. En varias ocasiones he comentado que yo siento la felicidad más como un estado de la persona que como un momento. Hay quien haga lo que haga y pase lo que pase, nunca será feliz. También está el caso contrario, quien para ser infeliz tiene que recibir casi más palos que comida.
ResponderEliminarTambién es cierto que los sentimientos se moldean por la voluntad y la inteligencia, aunque no sé si es tan necesario comprender y aprender.
En cuanto a Superficial... ¿Aún sigues por aquí? Ya somos tres personalidades falsas, dos nombres y un montón de anónimos. Espero que no me falte nadie. Lo que no creo es que haya mala voluntad.
Un besote