lunes, 7 de noviembre de 2011

El crucero

Aro y Ora eran hermanos, hermanos gemelos para más detalle. Nunca estuvo muy claro quién nació primero debido a que la tarde en que llegaron a la vida, decidieron hacerlo también otra decena de criaturas a la misma hora y en el mismo hospital, por lo que ni el doctor ni la enfermera tuvieron muy claro quién de los dos vio la luz antes.

Como muchos gemelos, compartían sentimientos, se entendían sin hablar y se defendían ante el mundo como si fueran uno o una solo. A pesar de ello eran tan diferentes como la piedra y el agua.

Aro era especialmente curioso, mientras que Ora era soñadora. Aro intentaba descubrir, aprender, husmear, observar y sacar conclusiones. Ora, por contra, esperaba encontrar, sabía lo que quería y cómo lo quería, deseaba las cosas antes de conocerlas. Cuanto le ocurría se resumía en “es o no es lo que quiero”.

Al cumplir los 18 años, sus padres decidieron regalarles un crucero por el Mediterráneo. Desde que dieron la noticia Aro comenzó a hacerse preguntas: “¿Tendrá piscina? ¿Cómo se dormirá en un barco?¿Me habituaré al vaivén de las olas?¿A quién conoceré?¿Cómo será la vida a bordo?...”

Ara, por su parte, comenzó a soñar con una enorme piscina, rodeada de un montón de jóvenes contemplándola y casi luchando por ella. Soñaba con paseos por la cubierta acompañada por la luna y algún chico de buen ver, cena a la luz de las velas, con un capitán al estilo de Richard Gere en Oficial y Caballero, con desembarcos en sitios exóticos donde ella iba a ser la protagonista del cuento...

Y llegó el día. El embarque tuvo lugar tal y como estaba previsto, y mientras subían a la tercera cubierta -donde se encontraba su camarote-, él trataba de memorizar cuanto veía y ella de buscar reflejos de sus sueños.

Ya en la habitación, ella echó de menos camas más amplias y suelos blancos de mármol, mientras que él probó el lecho y contempló la vista desde la barandilla de la terraza con la boca abierta aunque, de momento, sólo se podía ver el puerto.

En la primera cena, ella llegó esperando elegantes camareros tomando nota de sus preferencias, sirviendo platos por su derecha en una mesa de una docena de comensales y una decena de cubiertos. Aro, por supuesto, comprobó que se trataba de un bufé, y sin dilación tomó plato y cuchara y se dispuso a cenar sentándose en la primera mesa que encontró, advirtiendo antes a su hermana dónde se ubicaba y sobre la excelente pinta que tenía la lasaña y los cortes de solomillo.

Ora se sentó a su lado con un plato de ensalada, pero no podía salir de su asombro. Aquello no era nada parecido a lo que había soñado, y sin embargo, su hermano parecía no darse cuenta de que aquel lugar no era lo que debía esperarse.

Aro, supo enseguida lo que su hermana pensaba, y no entendió por qué no disfrutaba de la conversación con aquella gente desconocida que pretendía ser agradable, ni de las comodidades que ya se adivinaban para el viaje, ni de la excelente comida -sin límite de cantidad- de la que se estaba disfrutando.

Al llegar a la habitación, Aro no paró de comentar sobre las nuevas amistades, las actividades a las que se había apuntado para los días próximos, lo deliciosa que había estado la cena... Y comprendió que el silencio de su hermana demostraba que, una vez más, nunca iba a estar contenta con nada.

Ora, oyéndole hablar, no alcanzaba a comprender cómo su hermano no se había dado cuenta de que aquel viaje no era lo que se esperaba, que la cena se la tuvieron que servir ellos mismos, que la habitación no era la adecuada para un crucero de ensueño, que el barco presentaba, desde que partió de puerto, un ligero balanceo y que Richard Gere no estaba dentro de ninguno de los uniformes que había visto. En fin, su hermano era un conformista y le daba igual todo.

Por fin, una mañana atracaron en el mismo puerto del que diez días antes habían partido. Allí estaban sus padres esperándoles. Aro, antes incluso de darles un beso, comenzó a contar la inmensa cantidad de cosas que había aprendido, la gente que había conocido, los lugares que habían visitado, las maravillas del barco y su comida. Ora, por su parte, se limitó a hacer un listado de todos los despropósitos, desde los obvios hasta los inexistentes, aunque no advirtió que lo eran al compararlos con sus sueños.

Él, pasó varios años recordando su primer crucero, las vivencias y la gente con la que lo compartió. Ella, pasó unos pocos más lamentando haber perdido el tiempo durante aquellos diez días.

6 comentarios:

  1. Pues sí, hay quienes saben sacarle partido a las vivencias y disfrutarlas tal como vienen, es decir, ven el lado positivo, y por tanto son más felices. Y hay aquellos otros para los que nada es suficiente, que idealizan tanto y se marcan unas expectativas tales, que nada de lo que suceda las igualará. Estas personas no se dejan sorprender por la vida, y no son capaces de adaptar o regular esas expectativas. Para estas segundas, nunca nada será suficiente y es más difícil que se sientan satisfechas y satisfacerlas. En fin...
    Besos.

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  2. Tener sueños no solo es bueno y necesario, también ayudan a vivir, a tener entusiasmo y a ser creativos.
    Tus ingeniosos y gozosos relatos, al fin y al cabo, también son sólo sueños, o no?.
    Lo que pienso, y siempre desde mi personal experiencia, es que lo q nos causa dolor, frustación, sufrimiento, ansiedad, etc...son las expectativas que nos creamos respecto a alguien o algo y esas expectativas o no coinciden o son demasiado altas con la verdadera realidad real.
    Solución:
    Bajar dichas expectativas e incluso cambiarlas, de forma que las adaptemos a la autentica situación real, asumiendo dicha realidad cuanto antes y más, si ni siquiera depende de ti, ni mejorarla ni mucho menos, poder cambiarla, pero eso sí, siempre de forma práctica, positiva y, sin nunca dejar de ser curiosos ni Optimistas y mucho menos SOÑADORES.
    Y todos somos Gemelos, todos tenemos dos partes, dos polos, dos caras... dos cerebros. Todos tenemos un Yi y un Yo-
    Besos a los dos.

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  3. Estoy seguro que soñar no es malo, lo malo es no saber que son sueños y que los sueños están para lo que están. Por otra parte las frustraciones vienen derivado más de las expectativas que de los sueños en sí, como bien dices.

    Es un debate muy tratado en esta página eso de hasta dónde debemos esperar y hasta dónde, sorprendernos, y es cierto también en este caso que "quien espera, desespera".

    Tengo una amiga que cuando viaja procura no leer nada sobre el sitio al que va para que todo lo que vea le sorprenda más. Yo, por ejemplo, prefiero leer y conocer a dónde voy para después saber que estoy viendo y qué es lo que tengo que ver con seguridad.

    Supongo que lo importante es saber valorar las cosas en su justa medida. ¿Cuál es ésta? Eso depende de cada uno.

    Ir a El Cairo y ponerte delante de la Gran Esfinge de Guiza podría causarte decepción si piensas que ya has visto un montón de imágenes, que está aquello lleno de gente y que al final no puede acercarte sino hasta cierta distancia. Claro que también puede pensar que en tiempos de Napoleón aquella imagen estaba enterrada hasta el cuello, que hace miles de años que se construyó y aún sigue en pie, que dentro del complejo funerario, es una obra esculpida en un montículo que los egipcios se encontraron en el desierto XXVI siglos antes de nuestra era, etcétera, puede que sea grandiosa.

    Valorar lo que tenemos es realmente importante, mucho más que pensar en lo que podríamos tener o lo que quisiéramos tener. Esto no quiere decir que nos conformemos, sólo que lo valoremos.

    Dos besos (uno para cada una), y un par más para quienes nos lea. ;-)

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  4. Si me pongo a repasar mi histórico vivencial, no puedo mas que reconocer que lo que verdaderamente lo ha definido son sólo las oportunidades, y de todas ellas sobre todo las oportunidades perdidas.
    Y es que no puedo evitar el reconocer que mi vida ha sido y es eso, el resultado de las oportunidades surgidas y en especial, el resultado de las perdidas.
    En mi caso, excepto nacer, que ya fue, según me han contado, bastante complicado- casi también la pierdo si no hubiera mediado mi madre primero y la comadrona después-, y morir que es inevitable, incluso para mi, serán las dos únicas oportunidades que, por el solo hecho de no depender de mi, no voy a perder.
    Asi que vivir con sueños, para mi es necesario y fundamental. Me ayudan a sobrellevar las consecuencias de las oportunidades perdidas.
    Por esto lo del nombre.
    Un beso.

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  5. Hay un artículo muy interesante en el Pais Semanal de hoy, y que me ha recordado lo que has escrito, "¿Controlamos nuestra vidas?", se llama, y que una de las cosas que menciona es en relación a todo aquello bueno que nos sucede como consecuencia de aquello que creímos malo: "no hay mal que por bien no venga".

    Besos

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  6. Uf!, evidentemente cada uno sabe qué hace en y con su vida (vale, no TODO el mundo), pero yo prefiero saber que hay oportunidades perdidas, pero realmente uno o una es la experiencia vivida. Quizá perdemos muchas oportunidades, y eso es ya de por sí una experiencia, pero hay otras que aprovechamos y con las que nos forjamos. Quizá, si hubiéramos cogido por otro camino, ahora pensaríamos que el error fue cogerlo.

    Pero como en el cuento, todo es cuestión de situarte de una forma u otra ante un mismo hecho.

    En cuanto a la necesidad de soñar, es bueno, muy bueno, siempre que los sueños no los confundamos con la realidad.

    Con permiso me extiendo un poquito, así que sólo si tienen tiempo y les interesa pueden meterse en este fregado. En La vida es sueño, Calderón de la Barca plantea eso, que la vida es como un sueño, hoy estoy aquí y mañana en otro sitio, y poco podemos hacer para cambiarlo. Lo explica como si sólo fuéramos piezas sobre el tablero de la vida.

    El final del monólogo de Segismundo (para el que no ha leído la obra, es el hijo del rey un día y al día siguiente está en la cárcel) dice aquello de: ¿Qué es la vida? Un frenesí
    ¿Què es la vida? Una ilusión,
    una sombra, una ficción.
    Y el mayor bien es pequeño
    y toda la vida es sueño
    y los sueños, sueños son.

    La realidad es que Segismundo es un niño de papá, que se comporta como un tirano y que su padre le mete en la cárcel para evitar que reine.

    Conclusión (entre otras muchas), él cree que es un buen tipo cuando es un cabrón, el cree que soñó haber vivido en palacio y ahora que está en la cárcel, y hasta que no asume que lo que lo es como consecuencia de sus actos, no logra liberarse de él mismo y de la cárcel.

    Bueno después de este rollo me voy a leer el País Semanal a ver quién nos plagia ;-)

    Besotes grandes y gracias por estar ahí

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