viernes, 8 de abril de 2011

Invita la vida

El timbre de su puerta nunca fue una maravilla. Sus amigos, y mucho más sus amigas, se quejaban siempre de tener que tocar insistentemente para que les abriera, hasta el punto de que a los más allegados había preferido darles la llave para que pudieran entrar y salir sin problemas.
Con el tiempo perdió la costumbre de estar pendiente de quién entraba y salía porque después de tanto tiempo, se conformaba con saber que la vida y él mantenían tablas, lo que le permitía no desesperar esperando ni mirando con desconfianza cuanto se movía a su alrededor.
Por alguna extraña razón, aquella tarde él acudió a la puerta antes incluso de que ella hubiera tocado, y ambos se extrañaron cuando uno abrió la puerta en el momento en el que la otra se disponía a apretar el timbre. Fue tras el intercambio de sonrisas provocado por la situación cuando él la invitó a entrar en su casa: "No te quedes ahí, mujer. Pasa, es tu casa".
Ella no entendió la magnitud del mensaje, y en realidad él tampoco se dio cuenta de que aquella invitación había salido de algún rincón inexplorado del corazón.
"¿No le molesto?", preguntó ella sin asumir realmente la profundidad de la pregunta. "Sólo vengo a entregar esto", explicó mientras levantaba sus brazos mostrando un paquete con la forma de una de esas cajas que guardan grandes reservas.
"No parece nada urgente. Puede esperar", dijo él. "¿Te tomas algo?".
Entre una copa y otra ambos confesaron que sus rostros les eran conocidos, y algunas copas más tarde decidieron comprobar si sus manos y sus labios también se reconocían. Y sí, se reconocieron. Así que decidieron besarse sin usura y hacer del tacto la literatura con la que escribir un Nuevo Testamento en el que creer.
Aquella noche, en su casa, que ya era la de ella, la última copa fue de ternura, y se sirvieron con derroche, conscientes de que el amanecer llegaba y con él los malos augurios de una realidad a los que ambos, sin decírselo, comenzaban a temer.
Cuando el amor y el vino les derrotó, ella cayó sobre él y se recostó a su lado haciéndose un huequito en su pecho, que estaba hecho para eso. Él la miró constantemente y por primera vez se sintió seguro y tranquilo. Se sorprendió de verse sorprendido y comprendió que su timbre (el de él) funcionaba a la perfección, y que su casa (la de ambos) estaba hecha para acogerla a ella, y que su corazón (el de ella) junto al de él componían las más hermosas sinfonías.
Fue justo en el momento en que se preguntó cómo sería la vida de aquel trocito de cielo cuando recordó el peregrino motivo de la visita. Aquel paquete tan inesperado como anónimo con forma de caja para botellas. Se levantó sin hacer ruido, regresó al salón, y recogió el paquete de la misma mesa donde ella lo había dejado.
No se percató en ese momento del escaso peso del paquete, pero al abrirlo se encontró que aquella caja de vino sólo contenía una tarjeta. En ella pudo leer:

"No es normal, pero a veces sucede. Que la disfrutes.
 Fmdo: La Vida".

3 comentarios:

  1. Moraleja:
    No la desperdicies (la vida).

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  2. Incluso,un poquito más allá: No desperdicies lo que la vida te brinda
    ;-)
    Gracias por leerme

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  3. Hay que tener los ojos bien abiertos, la vida siempre nos está mandando señales y desgraciadamente la mayoría, las dejamos escapar.
    Gracias a ti por escribir para que te podamos leer (lo que es la vida...)

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