sábado, 20 de junio de 2015

Frases hechas

Cuando se sentó frente a su hijo no tenía claro ni lo que le iba a decir ni cómo se lo diría. Al día siguiente, su único vástago partiría a otra ciudad a estudiar aún siendo poco más que un adolescente. Realmente solo era una nueva etapa, pero él sabía lo que eso significaba: unas pocas llamadas de teléfono que se irían espaciando en el tiempo, algunas visitas a casa en vacaciones más destinadas a dar tiempo a los amigos y novias con un par de conversaciones breves -casi comentarios- sobre cómo les va la vida y que siempre terminarían con la billetera vacía, y poco más.

Lo sabía bien. Él también lo había hecho, al igual que lo hicieron sus compañeros, sus amigos y casi todos los que le acompañaron en su viaje por la vida.

Así que pensó en lo que su padre le había dicho: "Vas a vivir una de las etapas más hermosas de la vida. Aprovéchala. Disfruta pero sé responsable. No te quedes con ganas de nada, pero no derroches. Para tus padres esto es un sacrificio: que esto no te limite pero no lo olvides".

Recordó que entonces todo le habían parecido frases hechas. ¿Qué podía saber su padre sobre lo más hermoso de la vida si siempre había sido un "viejo" preocupado de llegar a final de mes?¿Cómo se podía disfrutar de la vida con responsabilidad?¿Por qué no iba a derrochar si quería quedarse sin ganas de nada? Y en cuanto a lo del sacrificio... Y pensó que a lo más, un gasto. Nadie se iba a quedar sin comer ni les iban a cortar la luz. Y bueno, eran cinco años o seis, tampoco sería para tanto.

Por eso de las asociaciones de ideas recordó también todas esas frases hechas a las que sólo la madurez dotó de sentido. "Todo tiene su proceso", "vísteme despacio que tengo prisa", "otros vendrán que bueno te harán", "la experiencia es un grado", "lo que no mata te hace más fuerte", "el tiempo lo cura todo", "no ofende el que quiere sino el que puede", "todo tiene solución menos la muerte", "solo el amor es capaz de generar cosas hermosas" y lo que se le antojó la frase más compleja para explicarle a alguien que se abría a la vida: "el tiempo vuela".

Pensó que los hijos deberían venir con una entrada USB en la que conectar un disco duro que contuviera todas las experiencias que un padre quiere transmitir. Pensó también  en todo lo que le quedaba a su hijo por descubrir: el amor, el dolor, el sexo, la frustración, el desengaño, la camaradería, la amistad, la vida y la muerte.

Fue así como se dio cuenta de que "la mejor escuela es la vida", y que él solo podía estar, y volvió a recordar las frases que le sonaron a "hechas" que su padre le decía. Y comprendió que una vez más llegaba tarde, y que probablemente su hijo se daría cuenta tarde también de todo cuanto él quería decirle.

Cuando el hijo llegó, el padre lloraba.

-"Papá. Que no me voy para siempre", le dijo el joven.

Y papá lo abrazó sin decir nada y comprendió entonces que los abrazos que su padre le había dado hacía tantos años atrás y que a él le parecieron "abrazos hechos", guardaban mucho más que cariño.

2 comentarios:

  1. Hola,
    Cuanta razón llevas. Un día, con el paso del tiempo, te das cuenta que utilizas las mismas expresiones, gestos, o frases de tus padres, y sonríes, porque recuerdas haber dicho que nunca lo harías.
    Por cierto, "que bueno que viniste"...y no es una frase hecha, es una ilusión.
    Un fuerte abrazo

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  2. Buenas noches.

    Pues parece que no somos más que una parte del ciclo de la vida, condenados a repetir lo que aprendemos tarde, tal y como hicieron nuestros padres y tal y como harán nuestros hijos.

    Imagino que a veces se llama madurez y, otras, conservadurismo, según del lado de la mesa que te toca estar.

    ¡¡Qué bueno que estabas cuando vine!!

    Un beso grande

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