"Vivo" -contestó al preguntarle qué hacía-.
"Sí. Eso está claro. Si no, no estaríamos hablando" -le replicó-. "Lo que quiero saber es a qué te dedicas" -insitió ella-.
"A vivir" -insistió él-.
"Vale, vale" -dijo como el que comienza a creer las reglas de un juego-. "Pero además de vivir te dedicarás a algo que te permita hacerlo. Tendrás un trabajo..." -protestó dando por supuesto que por fin había quedado la cosa clara-.
"Sí. Lo tengo. Pero también eso lo vivo" -dijo-.
"Y familia, amigos y amigas, compañeros y compañeras, amantes... Algo tendrás que hacer..." -repitió-.
"Los vivo".
"Desamores, envidias, celos, cariños, ternura...".
"Los vivo".
"¡Venga! Me vas a decir que te sientas en una silla y todo eso te pasa y ahí estás tú sin hacer nada".
"No" -replicó-. "Precisamente porque no me quedo en la silla sin hacer nada es por lo que vivo".
Y después de decir eso, le abrazó. Y ella, no entendió nada.
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