domingo, 31 de marzo de 2013

Cuando sobran las palabras

Soy un  fervoroso partidario de las palabras. Creo, sinceramente, que en algunas ocasiones la palabra transmite mucho más que una imagen, y que si hay voluntad, las palabras pueden dar consuelo, entendimiento, alcanzar acuerdos, transmitir alegría, llevar noticias...

Pero no siempre es así, no siempre ocurre. Hay voluntades inquebrantables por la palabra, oídos impermeables incluso cuando lo que hay en su entorno es un clamor.

Por desgracia, ejemplos no  nos faltan. Políticos (los que se niegan a salvar a los desahuciados pero regalan cientos de millones a los bancos, los que amenazan con una guerra en Corea y los que tratan de provocarla, los que en nombre de la seguridad impiden el derecho a la expresión pacífica...), integristas de cualquier religión, maltratadores, hermanos/as, vecinos/as...

Pero la cosa es más grave, realmente mucho más grave, cuando la sordera, la incomunicación, la distancia se marca en una relación de pareja, entre personas que supuestamente se quieren, entre individuos o individuas que en algún momento creyeron compartir algo más que unas risas o unas copas o un par de asientos en el cine.

Por lo general esa sordera no tiene más salida que la amputación. Y una de las personas no comprende por qué y la otra, ya no tiene palabras para explicárselo y, lo que es más triste, tampoco ganas.

2 comentarios:

  1. Holaaa,

    Estoy de acuerdo contigo en que es fundamenta cómo utilizamos el lenguaje a la hora de comunicarnos. Pero también, al menos para mi, es imprescindible lo que comunicamos con el cuerpo, con la mirada, con los movimientos...la comunicación no verbal.
    Cuando hay algo muy importante que yo quiero tratar con alguien, prefiero que no sea por teléfono, o por correo...porque necesito esa otra información que me aporta la presencia física.

    Pero sí que estamos de acuerdo en la importancia de cómo se dice lo que se dice. Y en este sentido, tu relato me llevó inmediatamente a recordar algo que leí hace tiempo: "Los cuatro acuerdos", de Miguel Ruiz (un libro de la sabiduría Tolteca). Pues bien, el primer acuerdo es: "Sé impecable con tus palabras", está muy curioso.

    Por otro lado, las palabras tienen su cosa, es decir, podemos decir, y decir, y decir...pero al final puede resultar que eso no signifique más que eso, palabras que no nos llevan a nada más que a decepciones.
    Hay una frase que he leído muchas veces: "no me creas por lo que digo, sino por lo que hago". Así que las palabras, lo que decimos, es importante que vayan acompañadas de acciones que las apoyen, que las hagan creíbles.

    Y finalmente, es cierto que a veces, ni merece la pena decir nada más para aclarar, justificar o intentar arreglar una situación que ya está demasiado viciada, que ya está perdida. Se diga lo que se diga, hay un punto de no retorno. Es triste, pero es así.

    Me he liado un poco, pero es que cuando leí lo que has escrito, de repente se me vinieron a la memoria un montón de cosas que he intentado ordenar para poder expresarlo más o menos.

    Un abrazo.

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  2. Buenas, de nuevo.

    El tema es que lo que trataba de expresar no es tanto la importancia de hablar como de escuchar y de sentirte escuchado.

    El asunto es que hay gente con la que tratas de explicarte una y otra vez, pero llega un momento en que sientes que no hay nada que decir, que es hablar con un muro, con una zapatilla o con una hormiga que hace fila para llegar al hormiguero.

    Es esa sensación de "todo lo que diga será mal interpretado y mal utilizado", y terminas por no decir, por no hablar, por no tratar de abrir vías de comunicación. Y eso, cuando ocurre en una relación (de pareja, hermanos/as, padres y madres con hijos/as,entre compañeros de trabajo...) la cosa se complica, y mucho más cuanto más cercano el trato.

    Un besote y gracias

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