lunes, 10 de septiembre de 2012

Un agujero negro llamado ombligo


La incorporación al trabajo de Paco tras las vacaciones de verano le trajo de nuevo a su realidad cotidiana. Las cosas no habían cambiado demasiado. La mayor parte de sus compañeros y compañeras ya habían llegado y sólo alguno que por motivos organizativos había retrasado su salida, también dilataba su llegada.

Tras los protocolarios saludos y el intercambio de anécdotas vacacionales, su jefa le señaló sus tareas inmediatas. Al empezar a despacharlas no pudo más que llenarse de mala leche. Siempre le tocaba a él la tarea más compleja “mientras estos no hacen más que tocarse los cojones”, pensó.

Miró por encima de su ordenador y comprobó que sus 16 compañeros y sus 9 compañeras se observaban pensando lo mismo. Sólo uno, el único que no había podido tomar vacaciones por exceso de trabajo, mantenía su mirada fija entre la documentación y el ordenador.

Juan no era de los que se ponían al volante después de beber, pero allí estaba soplando ante la Guardia Civil después de haberse tomado unas cervezas para celebrar el nacimiento del primogénito de una pareja amiga. “Tiene que dejar aquí su vehículo o avisar a alguien que pueda llevárselo”, le dijo el agente mientras rellenaba el formulario de la multa que debería pagar y que le acarreaba la pérdida de unos cuantos puntos.

Cuando bajó del coche maldijo su mala suerte. Nunca conducía si bebía, pero “para una vez que lo hago”, se dijo, “tienen que pararme a mí”. Tan absorto iba preguntándose por qué esas cosas sólo le pasaban a él, que ni cuenta se dio de que pasaba entre una docena de coches y otros tantos conductores que, como él, maldecían su mala suerte.

Nunca pensó Lucía que su marido le pidiera el divorcio. Las cosas no parecían ir tan mal, no más crisis ni más dificultades que las que podía presentar cualquier matrimonio después de ocho años nadando entre lo bueno y lo malo. No recordaba nada que hubiese hecho para merecer ese desprecio, ese abandono. Él le juraba y perjuraba que no había otra ni que la decisión se debiera a algo que hubiese hecho o dicho. “Entonces, qué. Por qué. A cuento de qué”, espetó una y otra vez a su todavía marido, para nada.

Cuando él cerró la puerta de casa llevándose una maleta con parte de su ropa y de sus años más felices, ella se derrumbó en el sofá. Prácticamente no durmió en toda la noche. Por la mañana telefoneó a su jefa para contarle que no estaba en condiciones de trabajar, que algo terrible le había sucedido, que los expedientes de desahucio y los de abandono familiar estaban listos para enviar. También dio instrucciones para recordar que de las 60 familias que iban a quedarse en la calle, la mayoría tenían menores a su cargo y que había que llamar a los Servicios Sociales por si era conveniente separarlos de sus padres si estos no tenían a donde ir. En cuanto a los de abandono familiar, se trataba de unos hermanos, el mayor de ellos de 12 años, que llevaban casi un año viviendo solos en una cueva, sostenidos por la solidaridad de los vecinos y la mendicidad.

Tras colgar, volvió a su mar de lágrimas odiando al mundo por lo que le había hecho a ella.

4 comentarios:

  1. Está claro que cada uno es como es, es decir, somos como somos. Y hay quién necesita ser siempre el centro, y creo que eso también tiene que ver con el agujero negro llamado ombligo.

    ¿Quién no tiene entre sus amigos, conocidos, compañeros de trabajo, familia...a alguien así? Aunque hay diferentes grados de este mal y motivos diferentes para esta manera de manifestarse. Y en función de esos motivos, se puede entender, justificar, o llevar mejor o peor.

    Hay personas que aprovechan los encuentros para relatar todo aquello que las hace sentirse mal: el trabajo y su jefe que les hace la vida imposible, su familia que siempre tira de ellos para todo, pero que no están cuando ellos los necesita, los hijos que no responden como ellos quisieran.... la vida que va por otros derroteros que no habían previsto, el dinero que no da....Y quieras que no, todo son motivos para sentirse preocupados y decepcionados, porque les tocan a ellos, aunque también se podrían relativizar. Probablemente tengan motivos sobrados para ser felices, para sentirse afortunados en la vida. Porque ¿¿¿a quién no le pasa todo esto y más??? Sin embargo, no se permiten ser felices. Por cada cosa que consiguen, encuentran un motivo nuevo para la insatisfacción y así sentirse desgraciados.

    Y a mi no me molesta escucharles porque sé que más que llamar la atención, lo que necesitan es sentirse valorados, queridos, comprendidos, reconocidos en su implicación y dedicación... Pero también creo que un cambio de actitud ayudaría mucho, un cambio dirigido a todo aquello que les hace daño y que les hace sentirse mal.
    Sería aquello que dicen los psicólogos: "para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes". Si nos seguimos comportando igual, lo que obtendremos será lo mismo. Ahora, ya sé que no es sencillo.

    Esta exposición de motivos que hacen que no se sientan bien, a veces se hace en presencia de otras personas que en esos momentos tienen un problema de salud importante, y la verdad es que aquí sí que me incomoda. Porque cuando la otra persona está librando una batalla por su vida, todo lo demás es relativo. Pero claro, a cada uno nos duele lo nuestro, y esto es así, sí o sí.

    A mi me hacen reflexionar cuando las escucho, y me hace pensar que en los encuentros con mis amigos no quiero despachar mis males a forma de relato interminable cada vez que los veo. Si hay algo que me preocupa especialmente, quedo para hablar de eso con la persona que sé que me sabrá escuchar, entender, acompañar...

    En fin...es complicado.

    Besos.

    Gabriela

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  2. Buenas y gracias, como siempre y antes que nada.

    Una de las cosas que me llama la atención del comentario es que hablas de terceras personas: un amigo, un compañero, un... Y a mí lo que me preocupa es que soy yo el que para otros soy ese. ¿Cuántas veces, me pregunto yo, cuando alguien contaba su realidad yo comencé a contestar diciendo "pues yo"? Si soy sincero, montones.

    Problema: "Me echaron del trabajo", respuesta: "Cuando me fui del mío...."; problema: "Mi pareja se marchó de casa", respuesta: "Cuando mengana y yo lo dejamos..."; problema: "Se me inundó el piso", respuesta: "Yo tuve un problema con el vecino porque..."

    Pero como tú dices: en fin... es complicado.

    Un besote.

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  3. Ja, ja, ja, ay Yiyo, qué habilidad tienes para darle la vuelta, o lo que es lo mismo, ver la otra cara de las cosas...Pues sí, así también me reconozco yo en un montón de ocasiones, aunque me parece que no es lo mismo que lo que yo intentaba decir. Pero es igual, tienes razón, es complicado.

    Un beso y gracias.

    Gabriela

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  4. Claro que no es lo que intentabas decir, es otra cosa. Un besote.

    ;-)

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