jueves, 5 de enero de 2012

Volumen

Hace tiempo que vengo pensando en que nuestra actitud ante las cosas de la vida es una cuestión de volumenes. No como medida de audio sino de capacidad. Creo que por algún motivo -yo desconozco cuál- los seres vivos estamos dispuestos a aguantar cualquier cosa por incomprensible que sea, siempre que tengamos volumen para ello.

Por ejemplo: aspirar a un empleo determinado. Podemos pasar tres años sin salir de casa para preparar una oposición, o estamos dispuestos a tragar lo que nos echen para ascender a un puesto que nos apetece, o aguantamos un millón de sinsabores con tal de lograr un cargo que consideramos que merecemos haciendo lo que hacemos. Al final, si no lo logramos, no es cuestión de un año, seis meses, una década, es cuestión de si el cajón de "estudia", "traga" o "sin sabores" laborales es más amplio o más pequeño. De pronto, un día que no se diferencia en nada del anterior, decidimos que no, que ya no nos interesa.

Pasa lo mismo con las parejas. Podemos perdonar una o mil veces, intentar que las cosas funcionen diez o diez mil, pero careciendo de un argumento definido, claro, objetivo, un buen día o una buena tarde, decidimos que no más, que la historia se acabó ahí, en ese preciso momento en que la gota rebozó el vaso o, como se dice en mi tierra, llenamos la cachimba.

Con un amigo o una amiga, con quien hemos sido comprensivos hasta límites insospechados. De pronto, sin saber por qué, decidimos que nos tiene harto, decidimos que la vida nos llevó juntos hasta un punto, y no somos capaces de dar ni un paso más junto a él o ella. Y quizá por algo menos duro, cruel, comprensible que otras cuestiones que pasamos por alto o justificamos en su momento.

El perro que nunca ha mordido al niño que le tira todos los días del rabo, la planta que florece una vez más al borde de la carretera después de que la guagua le arranca por enésima vez las flores al pasar, la orca que siempre hizo caso a su cuidador...

Somos así. Funcionamos por volúmenes, y una vez que está lleno ese cajón no hay lágrimas ni recuerdos ni promesas que nos permita meter ni un solo elemento más, e intentarlo sólo consigue que la porquería rebose y manche lo poco que podemos salvar.

No sabemos el mecanismo, pero así funciona, y lo que es más curioso, así lo sentimos. No quiero estudiar más, no quiero seguir más con una persona, no quiero que me cuenten otra batalla para justificar algo que me ha dolido, no quiero que las cosas sean como han sido... Y ese sellado repentino del compartimento correspondiente no es explicable para nadie, siquiera para nosotros, pero se nos hace tan patente que es imposible abstraerse de él, y nos resulta tan, pero tan evidente, que no necesitamos ni buscar una justificación.

Claro que, como todo, tiene un problema, y es cuando en los volúmenes ajenos, somos nosotros los que dejamos caer la última gota, y entonces sí necesitamos que nos lo expliquen. Y menudo.

4 comentarios:

  1. Yo lo llamo Motivación y tanto con las personas como con los trabajos como con las diferentes vivencias que te enfrentes en esta vida te van a crear unas motivaciones, expectativas, ilusiones, etc. así como frustración, decepción, dolor, etc. Energías positivas y negativas. Del nivel y cantidad de unas y otras, dependerá tu volumen o motivación y tu tolerancia.

    Yo siempre lo he imaginado como un álbum de cromos coleccionables, de esos que de niños todos teníamos, de forma que, un álbum, una persona, un trabajo otro, y cada día o en cada encuentro vamos poniendo un cromo según esa experiencia haya sido positiva o negativa. Lo normal es que llega un día, que simplemente has llenado el álbum de negativos y ya no hay mas hueco dónde poner mas cromos, sean positivos o negativos. Y es justo en este punto cuando te das cuenta que tu volumen de motivación se desvanece, dejándote emocionalmente en cueros pero con un nuevo álbum en las manos-TU PROPIA VIDA- para volver a coleccionar cromos con otras personas, trabajos y nuevas situaciones.
    En mi caso, mi álbum está casi al completo pero como pasaba de niños, aun me falta ese cromo tan deseado y difícil de conseguir que no había forma que saliera y que, evidentemente, te impedía acabarlo completamente.

    Bueno, que me gusta que con tus ingenios relatos nos hagas pensar y escribir sobre estos temas ya que no es costumbre en mi circulo mas próximo.

    Besos y muchos positivos para este año.

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  2. Sí, tienes razón, hay un momento en el que el vaso rebosa, y como también dices, por cualquier nimiedad que puede que no justifique tal reacción o decisión. Una mirada, sentirte una vez más invisible...pero es así la cosa, sólo faltaba esa gota para sentir que no más de lo mismo, que no merece la pena seguir ahí, sea trabajo, amistad, pareja. Con los hijos es más complicado, el vinculo es tal que no es sencillo, por eso, las madres y padres aguantan lo indecible en ocasiones.

    Lo que es curioso es cuando desde fuera todos lo ven tan claro y el que está metido en el meollo parece que anda en otro mundo paralelo. En fin...

    Besos y buenos Reyes.

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  3. Por cierto, me encantó la canción que nos regalaste el otro día, creo que no la había escuchado nunca, o no me había percatado, y sin embargo, ahora no dejo de escucharla por todas partes. ¡¡¡ Qué cosas!!!

    Besos

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  4. Antes que nada, espero que los Reyes hayan sido generosos, o por lo menos, acertados.

    Es bonita la idea del álbum de cromos, y es cierto que es una cuestión de motivación. Ahora, ¿qué nos lleva a perder la motivación? Evidentemente pueden ser mil cosas, pero también tenemos la experiencia de que esas mil cosas en la misma relación (trabajo, familia, pareja, vecinos...) no había sido argumento. De pronto, un día, no sabemos a cuento de qué, perdemos la motivación, y el cariño, y el respeto, y las ganas, y la fuerza y todo aquello que nos permitiría dar un nuevo paso. Quizá no sea cuestión de volumen sino de maduración, como las ciruelas maduras caen de los árboles.

    Es difícil saber por qué ayer estaba dispuesto a lo que sea y hoy, después de cualquier nimiedad, ya no estoy dispuesto a nada, Carezco del más mínimo interés en avanzar. Descubres que tu reino ya no es de ese mundo, o prefieres que no lo sea, que no es lo mismo pero es igual.

    Por otro lado, Gabriela, es sintomático que siempre que analizamos la vida de otros u otras, la realidad sea tan patente, mientras que en la nuestra siempre encontramos matices para creer que nuestros colores no son los mismos, y aunque lo veamos muy claro, nos damos plazos que, en ocasiones, no les permitimos al resto. Esto nos debería enseñar a ser más comprensivos con el mundo y menos condescendientes con uno mismo.

    Besos a ambas y, en breve, feliz carnaval, que la vida sigue ;-)

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