Para Piel Suave y Tiburón
Huyendo de promesas incumplibles e incumplidas, buscó un rincón del mundo que le alejara de su pasado pensando que ese viaje hacia el futuro le salvaría de su presente.
El tránsito entre su ahora y su vamos a ver pasó por el andén de una agencia de viajes que proponía una escapada a territorios inexplorados en donde para él nadie era el nombre de todos.
No pudo negarse. La propuesta llegaba en el momento en el que encontrarse a sí mismo era la prioridad, y tirando de tarjeta y de fe, se lanzó a la aventura de un viaje a lo desconocido, tanto en lo referente al destino del vuelo que le alejaba de sus sueños rotos como a la transformación de su ser.
Era precisamente en ese paraíso prometido donde otro espíritu libre con vocación de encontrar dueño, dedicaba su empeño a levantar murallas que evitaran la aproximación de príncipes más preocupados en el plan de fuga tras la conquista que en el compromiso con el nuevo reino.
Como base de esa defensa, se propuso un viaje a un lugar en donde el paraíso fuera una quimera y nadie esperara nada de nadie.
Él, al aterrizar, se encontró con que el paraíso estaba en alerta por temporal, y que su vuelo había sido el último en operar ese día. Ella, en el momento del embarque, fue informada de la suspensión y de la obligación de acudir a alguno de los refugios que protegían a la ciudadanía de los tornados.
Fue en la salida del aeropuerto donde ambos coincidieron por primera vez, él con las maletas con las que llegaba y ella con las que debía irse, y en el caos, volvieron a cruzarse a la entrada del refugio.
La tercera vez ya no fue coincidencia. Con varias horas por delante a la espera de que la lluvia y el viento les permitiera retomar su vida, a él le pareció buena idea sentarse junto a ella, y a ella le había parecido una idea mejor dejar un sitio a su lado por si él quería sentarse. Así que ya juntos, él le contó qué le llevó hasta allí y ella, por qué se alejaba. Y en la confianza que da la gente desconocida, pasaron de la generalidad del “todos los hombres son iguales” a la particularidad de “no hay otra como tú”.
Tres horas más tarde, cuando abrieron las puertas, los refugiados comprobaron que el huracán había arrasado con todo, pero él y ella supieron que también se había llevado sus miedos y sus murallas, y antes de que dejara de llover ya ella había dicho “te quiero”, y cuando el cielo filtró los primeros rayos de sol, ya él estaba irremediablemente perdido entre sus piernas.
Él ya no espera promesas ni ella, príncipes, pero viajan de isla en isla buscando tifones en los mares de la China.
Mejor no se puede expresar,gracias por dejarnos compartir nuestros viajes contigo,mil besos
ResponderEliminarGracias a ustedes por llevarme de viaje ;-)
ResponderEliminarMe encanta. Gracias
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