martes, 19 de junio de 2012

Los mortales y el frío



Comenzaron a dormir juntos por temor al frío. Aunque era difícil de explicar, no se trataba ni de sexo ni de violencia, sólo trataban de matar el frío de las noches sintiendo el calor de un cuerpo ajeno.

         Por supuesto, dadas las circunstancias, nunca hubo promesas de amor eterno. Tampoco sentían la necesidad de enseñar al otro, mundos desconocidos ni cumplir con las fechas indicadas por los grandes almacenes. Se conformaban con estar ahí, abrazados cuando llegaba la noche, a la hora en que la soledad se apropiaba de las almas sin compañía.

         Así fue durante todo el invierno y los meses de primavera, sintiéndose cada vez más unidos en sus titiriteras, que para estas alturas ya necesitaban de besos y roces para aplacarlos con efectividad.

         Poco días antes de la llegada del verán, el calor derritió todas las excusas que habían inventado y la mujer, sin hacer un solo gesto ni dejar escapar un solo suspiro –aunque los hubiera-, hizo su maleta y recogió el cepillo de dientes que tanto tiempo había permanecido junto al de él.

         Se despidieron sin más, con un escueto: “hasta el próximo invierno” dicho, eso sí, entre sonrisas melancólicas y miradas que pretendían ser indiferentes, ocultando lo que realmente habían llegado a sentir.

         Durante las primeras semanas ambos intentaron provocar los encuentros fortuitos visitando lugares habituales y quedando con amigos comunes con la esperanza de que unos les llevara al otro, pero a pesar del frío que ambos sentían al verse, él nunca se atrevió a contar lo ancha que resultaba ahora su cama, y ella no supo cómo explicarle las noches de insomnio buscando su pecho para refugiarse del frío y de la vida.

         Ambos, está de más decirlo, evitaron cualquier referencia al invierno, intentando transmitir cierto estado de felicidad, creando en el otro sentimientos contrapuestos que les provocaba escalofríos, pero esto tampoco se lo dijeron.

         Una noche en que la luna apretaba, él sintió un intenso frío y ella, que contaba con esa intuición que tanto caracteriza a la mayoría de las mujeres, unas irresistibles ganas de abrazarlo, y por eso, cuando el hombre dijo “ven”, ella ya lo había rodeado con sus brazos, y fue tan fuerte e intenso el encuentro de ambos cuerpos que sintieron como desde los pies a la cabeza el frío los invadía hasta límites nunca antes vividos.

         Los amigos de uno o de otra no entendieron, como tampoco entendieron los científicos que estudiaron el caso, y que no pudieron explicar cómo, en pleno mes de agosto, en la noche más calurosa del año, dos personas murieran por congelación en medio de la calle, y sonriendo.

4 comentarios:

  1. Desconcertada me he quedado yo.

    ¿Se dieron tanto calor mútuo que se quedaron sin el necesario "propio" para vivir?, ¿No es prudente que lo demos todo al otro?, ¿No es suficiente nunca el calor que nos den para vivir a gusto porque necesitamos el nuestro propio?

    Preguntas, preguntas, preguntas.
    Dudas, más dudas, y más dudas...

    Besos

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  2. O simplemente eso de "ande yo caliente y ríase la gente", pero al revés.

    Supongo que cuando hay algo que te une a alguien y quieres a ese alguien, eres capaz de encontrar siempre lo que te une más de lo que te separa, incluso en donde aparentemente no hay nada en común. Pero importante que te preguntes, pero más que te respondas a ti misma.

    Un besote, como siempre, aunque no tan frío como en el cuento ;-)

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  3. Los dos conocemos a alguien que aún le brillan los ojos cuando la ve, sonriente y feliz, sin atreverse a preguntar si hay quien le haga el invierno más cálido, pero dispuesto a hacer más llevadero cada día, cada estación. Lo que daría por saber si sigue vacante el puesto que dejó, sin avisar, por otro calor repentino que no resultó ser lo que pensaba... Y todo eso, como antes, sin reconocerlo... Que ni se sepa, ni se sospeche ya es otro tema

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  4. Ni puñetera idea, pero si tú que sabes quién soy lo aseguras...... ni mu. Por otra parte, se me ocurren tantos matices que estas no son horas para discernir.

    Buena suerte y buenas noches. Un beso

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