miércoles, 11 de abril de 2012

El viaje

Desperté, no sé cómo, en una nave. De esto fui consciente más tarde, porque al principio no sabía ni dónde estaba ni para qué.
            Mis primeros días los dediqué a investigar dónde estaba la comida, dónde el agua, si había baño, si el agua estaba fría o caliente... Cuando el cansancio me pudo, preparé un rincón en el que dormir, pero al despertar volví a escudriñar los entresijos del espacio en el que habitaba: las puertas que había, las luces, los botones para qué servían, de qué trataban los libros que me iba encontrando… Y leí con especial atención aquellos manuales de uso. Así fue como comprendí que viajaba en una nave.
            No fue hasta el décimo o undécimo día cuando miré por primera vez por la ventana. Allí vi el espacio, pero también vi otras naves, cada una distinta a la otra. En algunas, podía ver a otras personas que también miraban y más de una que se atrevía a gesticular a través de los cristales.
            Casi tardé un mes en descubrir la radio. Eso me permitió ponerme en contacto con el exterior de la nave. Y sí, conocí gente que, como yo, había despertado en otras naves y que también trataban de orientarse.
            He de reconocer que con algunos y algunas la comunicación podía ser más fluida, mientras que con otros y otras, más incómoda. Así que había veces que transmitías por obligación, por responsabilidad o por compartir.
            Como el espacio era infinito, algunos con los que contacté siguieron otro rumbo, y con ellos mantuve comunicación mientras las ondas tuvieron alcance. Cierto es que si unos se iban, otros se incorporaban.
            Tardé unos años en aprender a manejar la nave. Para entonces, muchos y muchas ya habían perdido contacto o supimos cómo marcar distancias para que nuestras conversaciones no se encontraran con asiduidad. . Evidentemente en otros casos la comunicación era cotidiana, maravillosa y hasta fundamental para vivir.
            Para entonces, ya podíamos apreciar el espacio en su inmensidad, veíamos pasar planetas, asteroides, cometas… Conocimos la existencia de agujeros negros, historias sobre naves que se perdían o explotaban, de la posibilidad de aterrizar en algunos cuerpos celestes… Aprendimos a mantenernos en órbita, a movernos sin gravedad, a ahorrar combustible…
            He de reconocer que para todo fue fundamental conocer lo que otros que habían partido antes descubrieron. Hasta navegar por el espacio nos resultó más fácil cuando supimos que había estrellas fijas en el firmamento, y que si algún día pudiéramos alcanzarlas, tras ellas habrían otras más que precederían a más y más y más estrellas que ni siquiera íbamos a poder ver como puntitos colgados del espacio.
            En este viaje también comprendí que sólo viajábamos, y que a veces el que más guardaba lo que encontraba en el espacio, en el mejor de los casos se perdía la salida de los soles o el color de los planetas, y en el peor, chocaba contra una masa de materia cósmica perdiendo su vida, su nave y todo lo atesorado.
            Por el contrario, quien no se ocupaba nunca de mantener en buen estado su nave y de aprovisionarse, terminaba casi siempre a merced de la influencia de las fuerzas gravitatorias de los planetas, sin combustible y sin rumbo.
            Perdido en aprender y observar, tuvieron que pasar muchos años para preguntarme a dónde iba en realidad, cuál era mi destino. La respuesta se fue desvelando al verme a mí y al ver a los demás. Mi misión era sólo dejar constancia de lo aprendido para que otras personas que viajaban en naves más modernas y más rápidas, pudieran llegar más lejos, aunque ni ellas ni yo ni quienes dejaron el legado que yo heredé, tuviéramos la más mínima intención de llegar a ningún sitio.

2 comentarios:

  1. Buffff, es un relato impresionante.

    Lo leí una vez y ya me lo pareció. Lo dejé reposar varios días, y a ratos me venía a la mente el relato y su relación con la vida y el día a día. Ayer, mientras conducía, lo pensaba y de repente me surgió: joder, qué triste, qué duro, una vida sin rumbo, sin propósitos..

    Hoy lo he leído por segunda vez.

    Y sí, me hizo pensar en los años aquellos en que vivía el día a día, sin rumbo concreto, sin objetivos, y quizás fue una época más feliz?, más inconsciente, más de momentos.

    Y no sé en qué momento cambió eso, o sí, y empecé a cuestionarme todo, el por qué, aunque más el para qué de todo. Y eso hizo que todo se empezara a complicar, a revolver, para luego comenzar a aclararse de nuevo y mejor. Eso tiene el hacerse preguntas.

    Y bueno, ahora ya no soy tan inocente, sino más consciente de todo, y me gusta más, me gusto más. Me gusta no sentirme perdida en el limbo, sino saber lo que se cuece. Y no sentirme expuesta a la deriva por lo que va aconteciendo, sino tener la capacidad de hacer, de ser protagonista activa de lo que me pasa, sea bueno o menos bueno.

    Eso sí, también me doy cuenta de que he tenido que hacer un trabajo muy activo para recuperar la vivencia de los momentos, del ahora, que sin darse uno cuenta, lo va perdiendo. El tener un propósito, a veces anula lo que está pasando ahora, y eso puede ser terrible.

    Me ha dado mucho que pensar este relato, y me ha transportado al pasado más lejano y al presente más inmediato.

    Y fíjate, también me ha dado que pensar con respecto a mis hijas, y a lo que supone para ellas mi experiencia vivida. Lo que les puedo transmitir, porque afortunadamente hablamos mucho de la vida, de lo que sentimos, de lo que pensamos, de lo que "está bien y de lo que no está tan bien". Y esto es muy curioso, ver donde cada una se posiciona con respecto al bien y el mal y cómo lo fundamenta. Es muy rica esa interacción. A ellas les toca vivir su vida, experimentar, decidir, pero sé que también les está sirviendo estas conversaciones. Y no porque les sirva mi experiencia de la vida, que es mía, sino porque les hace también cuestionarse cosas, pensar, analizar...

    En fin...

    Muchas gracias de nuevo. Besos.

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  2. Para comenzar, gracias a ti. Al fin y al cabo eres la que interpretas y pones contenido a las letras que yo dejo es este espacio cibernético que nos une.

    Desde que tengo uso de razón, las personas más mayores que conocía decían aquello de "yo nunca pensé que viera esto", o lo de "esto o aquello era imposible pensar que podía suceder".

    En definitiva, la realidad avanza muchísimo más rápido de lo que nosotros podemos pensar. Por ejemplo, se cuenta que uno de los máximos responsables de IBM comentó hace apenas una veintena de años que, como máximo, en el mundo existirían menos de un centenar de ordenadores, y recuerdo lo que supuso en la playa de Las Canteras (playa de seis kilómetros que recorre la costa norte de la ciudad de Las Palmas de Gran canaria, para los que no son de Gran Canaria), cómo sostenían eso de "adónde vamos a llegar" o "nunca pensé que las mujeres fueran con el pecho al aire por la ciudad"... En definitiva, en lo tecnológico, en lo moral, en lo social y en lo político, la realidad nos supera, y pienso que quien crea que vivimos nuestra vida se queda en la superficie, ya que la verdad es que lo que preparamos en la vida de los que vienen. Por eso, mantener el medioambiente, por ejemplo, es tan importante, porque quizá a nosotros no nos falten bosques, pero se augura que en pocas generaciones sólo las verán en foto, y eso será gracias o por culpa de quienes estuvieron antes y de los que estamos ahora, de quien no va a ser culpa seguro, es de la generación que nunca los podrán disfrutar.

    Eso sí, podemos darle contenido a lo que hacemos, pero el destino de lo que hagamos no es otro que dejar las consecuencias de nuestras acciones.

    Muy distantes no estamos, sólo que yo no tengo hijos, y eso hace que mi mirada era más corta.

    Un besote grande.

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