domingo, 4 de marzo de 2012

Historia en la piel

Cuando se metió en la cama, ella ya estaba dormida. Desde que se jubiló hacía ya 15 años, tenía como hábito antes de ir a la cama, tomar un té con dos galletas mientras echaba un ojo a los artículos de las revistas que había dejado pendiente el fin de semana. Su mujer le acompañaba leyendo la biografía de algún personaje histórico, y no había día que no le interrumpiera la lectura con algún comentario que siempre comenzaba por “¿Sabías que…?”
            Pero esa noche ella se encontraba indispuesta y fue a encontrarse con Morfeo antes que él. Así que la rutina varió. Ya no sólo era que se quedara solo con su té y sus lecturas, se quedaba también huérfano de comentarios y de reflexiones esporádicas que realizaba en voz alta sin esperar respuesta pero sabiéndose acompañado.
            Preparó su mesita en el salón, pero a diferencia de otros días no tuvo ganas de tomar té ni galletas ni tampoco de leer. Así que reflexionó un poco sobre cómo aquella mujer había compartido más de cuarenta años de su vida, y allí seguían estableciendo rutinas.
            Es cierto, se dijo, que al principio la pasión solucionaba los desencuentros con reencuentros en la cama y en la cocina, y los intercambios de reproches se tornaban pronto en intercambio de besos y saliva. Hoy ya no había reproches, a lo más, silencios que ambos sabían interpretar y respetar en su justa medida, pero no eran habituales. Tampoco tenían ya categoría de reproche, más bien era sólo una forma de expresar disconformidades hacia ciertas actitudes.
            Se dio cuenta de cuánto la echaba de menos y pensó cómo podrían ser sus días sin ella. Se fue al dormitorio. Ella, ya dormida, le había dejado la luz de pared de su lado encendida. Se quitó el batín con mucho cuidado, se metió entre las sábana y la abrazó.
            Casi instintivamente ella respondió al abrazo recolocando su cuerpo para encajar mejor en el suyo. Después de tantos años, en la cama se acoplaban como piezas de un Lego. Él no pudo evitar recorrer la piel de ella con la yema de los dedos, intentando alejar de su mente ese pensamiento de que quizá un día la vida le dejara solo.
            Comenzó por el vientre, un vientre que había parido cuatro hijos y que a sus casi 80 años seguía siendo el lugar al que siempre quiso volver. Era evidente que no tenía ni la rigidez ni la tersura de cuando se conocieron con treinta años, pero su calidez era la misma. “Realmente su ombligo es mi ombligo”, pensó.
            Los muslos siempre fueron su debilidad. Así que al plantearse el tour por el cuerpo de su mujer, pensó que podía dejarlo para el final. Quizá entre ellos había pasado alguno de los mejores momentos de su vida y no convenía llegar tan pronto.
            Así que subió hacia el pecho. También allí había cosas incontables, pero una pequeña cicatriz recordaba que la muerte la había rondado. Afortunadamente el tumor había sido cogido a tiempo. Todavía eran jóvenes, apenas habían superado los cuarenta años cuando en una exploración rutinaria le detectaron un bulto que podía ser cualquier cosa, pero que fue lo peor.
            Quizá había sido el momento más difícil de su vida, aunque nunca se lo había dicho a ella. Nunca le contó las noches en vela ni el esfuerzo por tratar de dar normalidad a un asunto que no era nada normal sabiendo que el fiel de la balanza podía cambiar en cualquier momento. Qué más daba ahora. Lo había superado y hoy podía abrazarla.
            Al llegar a los labios recordó a Miguel Hernández y recitó para sí: “Boca que arrastra mi boca, boca que me has arrastrado...”.
            Tampoco su pelo conservaba la densidad que mantuvo hasta bien entrada en los 60 años. Por algún motivo recordaba con especial emoción la tarde en que hicieron el amor después de su primera separación  tras casarse. Él había tenido que acudir a un congreso y durante casi una semana durmieron separados. Al llegar a casa trataron de aprovechar el tiempo perdido y tras varias horas de revolcones en la cama, casi extenuados, ella colocó su cabeza sobre su vientre y le besó por debajo del ombligo. Él metió sus dedos entre el pelo intentando masajearle el cuero cabelludo. El pelo caía por su costado. Recordaba cómo el cabello se deslizaba entre sus dedos y cómo aquel trocito del lateral de su cuerpo cubierto con el pelo de ella, le producía una agradable sensación de calor. Ambos se quedaron dormidos y ambos despertaron en la misma posición. No podría jurar qué fue lo primero que se dijeron, pero sí sabía lo que pensaba mientras pasaba los dedos entre sus cabellos y no distaba nada de lo que sentía ahora.
            Había comenzado a descender por la espalda cuando ella se dio la vuelta. “¿Qué haces?¿No puedes dormir?”, le dijo. “No”, contestó el, “estoy recorriendo mi vida”.
            No hizo falta que le explicara más. Ya ella sabía de qué iba todo.
            A oscuras, él notó como se le escapaba una lágrima al besarle en la boca y ella, que él sonreía con la misma ternura que le había demostrado los últimos cuarenta y tantos años. Y volvieron a encajar como dos piezas de Lego para quedarse dormidos abrazados como dos adolescentes.

11 comentarios:

  1. ¡¡¡ BRILLANTE, EXQUISITO, DULCE, TIERNO !!!

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  2. Con relatos tan entrañables es fácil perdonarte la sequía narrativa en la que nos has tenido durante más días de lo habitual ;-)

    Conseguir que la cotidianidad se instale en el amor y el amor se haga cotidiano manteniéndose vivo, parece tan sencillo mientras se lee tu cuento como casi inalcanzable, aunque no por ello debemos dejar de intentarlo.

    Un beso

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  3. Gracias a ambos por el comentario y por el cariño que se traduce. Gracias.

    No deja de ser extraño que en nuestra vida todo termine siendo cotidiano, pero al amor no se lo permitimos, o entendemos en muchas ocasiones que lo cotidiano y el amor son elementos incompatibles. Y quizá el problema radique en que confundimos amor con deseo, con novedad, con "vidilla"...

    Esto no quita que el amor puede terminar, pero le damos facilidades cuando no vemos en el otro un complemento sino un enemigo.

    A ambos, un beso grande

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  4. Que bonitas emociones despiertas con este relato, te deja toda embelesada.

    Desprende mucho afecto, ternura...,mucho amor bonito y lo mejor, la sensación de saber que esas relaciones son reales y existen.

    El secreto para mi, por las que he conocido, está en que ambos disfrutaban genuinamente de su mutua compañía.

    Besos.

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  5. Buenas de nuevo.

    Lo que yo creo, y es lo que intento recoger en la historia, es que compartir hasta el punto de poder reconocerte en el otro es algo más que amor, es una vida conjunta ni compartida siquiera, sino vivida con el otro o la otra.

    Cierto es que estar ahí, que compaginar eso con la vida que tenemos día a día, es complicado porque, como decía en el último comentario, el amor resulta muy fácil de confundir con instintos.

    No sé si hay alguna pareja que lleve años casada y que en algún momento no se haya planteado la vida que lleva. Seguramente, cuanta más comunión (en el sentido estrictamente etimológico), más fácil es mantenerse unidos.

    Por cierto, me resulta curioso ver como por estos comentarios y por los que me llegan por otros sitios, todos vemos reflejados nuestros anhelos en el cuento, pero no sé cuantos/as están (yo no) en disposición de aspirar a ello.

    Un besote y gracias de nuevo

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  6. Bueno, ahora mismo, si me miro a mí, lo que veo a mi alrededor, y el estilo de relación que suelen desear los hombres con los que me relaciono, diría que anhelar algo parecido es ciencia ficción, una utopía.

    Pero como bien dice Eduardo Galeano, ¿para qué sirve la utopía? Pues para eso sirve, para caminar.
    Parece algo muy bonito, entrañable, y por qué no aspirar a algo parecido???

    En estos días he estado observando a mis padres, y al tiempo, recordando su evolución en todos estos años. Ha habido momentos duros, muy buenos, difíciles, peligrosos, agradables, amorosos, y ahora, me encanta verlos juntos. Cómo se quieren, cómo se cuidan y se preocupan por el otro... He pensado en ellos cuando leí el relato. Se sobrepusieron a los momentos no tan buenos y ahora están en un punto mágico.

    Diría que supieron aguantar, pero sería simplón. Su realidad y la nuestra ha sido diferente en muchos aspectos. Otros tiempos, otras realidades...Tuvieron que aguantar y al parecer han tenido ganancias emocionales importantes. Salió bien.

    En fin...Besos.

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  7. Supongo que ha de ser así. Hay un poema anónimo de esos que salen con amaneceres e imágenes bucólicas que termina diciendo que "lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado", o lo que es lo mismo pero más prosaico: Lo que no mata, engorda.

    Así que el hecho de superar cosas juntos siempre une o engorda la relación, pero en nuestros tiempos es complicado, quizá por que nos hemos educado en el "por qué tenemos que aguantar".

    Habrá que aprender de nuestros padres si les admiramos por ello.

    Besotes

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  8. Si sólo se tratara de confundir amor con instintos sería todo solamente cuestión de saber distinguirlos y eso a nuestra edad y con nuestra experiencia, resultaría muy fácil.

    La cuestión es más de índole espiritual y de energías y de fuerzas subconscientes e involuntarias de pensamiento y sentimientos, transformadoras y muy poderosas de las que no eres dueño ni capaz de cambiar ni controlar y las que te alborotan tus patrones conocidos, tu forma de pensar, de actuar e incluso inconscientemente de relacionarte y de las cuales no puedes sino dejarte arrastrar pues la voluntad para evitarlo que le pongas en vano es.

    Esa energía tiene capacidad de obrar propia, autónoma e independiente. Tú no importas, es una entidad superior a ti en todos los planos imaginables.

    Lo bueno de ella es la gran oportunidad que te ofrece de encontrar y conocer una nueva conciencia de ti mismo que puede cambiar tu vida si le damos la libertad de seguir su curso y de ir donde nos lleve.

    Besitos.

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  9. No diría yo que a nuestra edad y con estos pelos la cosa es tan sencilla de discernir. Como en todo, no sólo hay una causa y tienes razón, no todo es una cuestión de "me pones o no", por decirlo así, pero vivimos en una sociedad en a que todo lo que se refiere a estas cuestiones es tan cambiante que no tenemos ni idea de a dónde vamos.

    Así , por ejemplo, si buscas "encuesta sexo Japón" en google, hay una encuesta algo sorprendente. ¿Otra cultura o unos avanzados como en casi todo? Ya veremos.

    Como hace tiempo que no ponemos canciones recomiendo "Deseo", de Pedro Guerra. Quizá se explique mejor que yo ;-)

    Besotes

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  10. me hiciste llorar!!!!!!!!

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  11. Es una suerte contar contigo en esta página. Casi me haces llorar a mí ;-))

    Besotes grandes

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