miércoles, 24 de febrero de 2016

La luna a peso



Quiso traerle la luna antes que nada.

Ese queso enorme que mengua o crece, que llena o se renueva, que ilumina o se oculta...

Quiso llevarle la luna antes de empezar a hablar.

¿Cómo podría rechazarle si iba a poner el satélite del mundo ante su puerta?

Quiso alcanzarle la luna antes de que ella lo pidiera.

En algún momento ella la pediría, o no, pero ahí la tendría.

Quiso subir hasta ella, la luna, y cogerla con sus manos, y bajarla de su sitio, y encajarla en una calle, y tocar a su puerta (la de ella)... Pero solo logró alejarse de su amor, abrazar un suelo frío y, justo antes de acabarse el oxígeno, pensar que algo no funcionaba.

Mientras, ella miraba la hora en que alguien real viniera a calentarle las manos, o los labios, que no es lo mismo, pero es igual.



2 comentarios:

  1. En una palabra, sólo sé Verdad...
    Que simple es la vida y como sabemos complicarnosla hasta ser capaces de quedarnos en nada y cuando sólo se trata de ser auténticos y honestos con uno mismo,con nuestros verdaderos deseos e inquietudes, y no buscar lunas lejanas de uno y que nunca estarán al alcance.
    Me gusta mucho las moralejas de tus relatos.
    Besos muchos para ti pero cercanos y terrenales.. Al alcance de los de aquí que es dónde estamos y seguimos.... Muac

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  2. Hola y gracias.
    Pues sí. También es cierto que uno lo aprende con la vida. Me encantan los "abuel@s" que cuando actúan o hablan lo hacen desde la conciencia de "no estoy para tonterías".
    Ahora se trata de no dar lo que creemos que nos piden sino de dar lo que podemos, todo, pero lo que podemos.
    A veces, por tratar de ir más allá nos olvidamos de calentarle las manos a quien queremos, y eso puede llevarte a la luna.
    Beso grande e igual de terrenal.
    ;-)

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