sábado, 6 de agosto de 2011

Fecha de caducidad

Nos conocimos hace 547 días. Los dos estábamos cansados de vivir relaciones que se desvanecían con la misma falta de criterio con que comenzaban, cansados de ver cómo el tiempo no sólo desgastaba los cuerpos sino los sentimientos, cansados de que el roce que hacía el cariño y más cosas cada vez estuviera más lejos. Demasiados cansancios para una primera cita.

            Ella acababa de romper un encuentro que finalizó en desencuentro tras siete años y dos hijas; yo regresaba de un viaje de cinco años menos tres meses que me impedía creer en el amor eterno.

            Huérfanos los dos de cariño, acordamos poner fecha de caducidad a la relación que comenzaba. ¿Para qué un proyecto para toda la vida que no vamos a saber cumplir? Y lo que parecía una chorrada lo asumimos como un contrato entre inquilino y casera: En 18 meses volvemos a la calle.

            El plazo no fue elegido al azar. Ella, responsable de marketing de unos grandes almacenes, aseguraba que decir dos años implicaba que mentalmente podíamos perder uno, ya que nos quedaba otro. Yo, jardinero de profesión, me negaba a menos de 12 meses porque no podríamos ver pasar juntos todas las estaciones.

            Cierto es que los primeros días jugamos apostando pocas cantidades. Nadie arriesga en una mesa donde las normas y los contrincantes son desconocidos. Pasadas unas pocas semanas, el tiempo de tanteo se convirtió en “todo a un número”. Nos dimos cuenta de que al fin y al cabo, lo que podíamos entregarnos o darnos en la vida lo teníamos que resumir en año y medio, en 548 días.

            No tendríamos dos oportunidades para compartir terrazas en verano, o conciertos, o estrenos en el cine, o paseos. Fuimos conscientes de que no habría próxima vez. Nada podía quedar para la “próxima vez”. Esa “próxima vez” ya no estaríamos juntos.

            Teníamos ya menos de 548 cenas y comidas por compartir, 18 lunas llenas que mirar juntos, un sinfín de rincones por el mundo que enseñarnos, más de una veintena de amigos a los que queríamos compartir, miles de besos que regalarnos, y sólo 13.152 horas para hacerlo.

            Claro que había que restar las horas de trabajo, los días nublados, los fines de semana comprometidos, el tiempo que la vida nos roba en la cola del supermercado, las semanas de gripe de las niñas, las duchas separados, las urgencias imponderables…

            En fin, que nos dimos cuenta de que teníamos que jugárnoslo todo para no quedarnos sin nada. Y así fue. Durante 547 días hemos intentado compartir cada segundo, cada problema, cada acierto, cada tristeza, cada alegría, cada canción, cada poema, cada sueño, cada orgasmo, cada sonrisa, cada mirada…

            Y así hemos aprendido a amarnos, y a estar el uno junto a la otra y la otra junto al uno. Y nos ha ido muy bien.

            Esta noche tenemos la última cena. En unas horas el reloj marcará el fin de los 789.120 segundos que acordamos compartir. Y es verdad, no nos ha dado tiempo a ver como la relación se desgastaba. Más bien sólo nos hemos visto crecer como pareja.

            Y ahora, qué.

14 comentarios:

  1. Sencillamente una historia formidable, sorprendente, original.
    El título me encanta, eres muy creativo
    Diría más, pero me repetiría. Expresarme no se me da tan bien como a ti.
    ¿Y ahora qué, una prórroga?

    Un beso

    Pd.: gracias por compartir estas historias.

    ResponderEliminar
  2. Renueven el contrato, no dejen escapar algo tan maravilloso, pero eso si, de 6 en 6 meses como mucho.
    Maravilloso como siempre Yiyo.
    Besos

    ResponderEliminar
  3. No creas que es tanto lo de creativo como lo de observador. Siéntate y mira todo lo que ocurre a tu alrededor y verás que no cuesta mucho inventarse las cosas. Un beso.

    Leila, ahí está la miga. Renovar ¿Hasta cuándo?¿Hasta que la relación pierda su esencia? ¿Por qué no ahora que todo está bien y que lo que se queda en uno es bello? ¿Lo pierden o lo ganan? Quizá hay cierta similitud con la vida. Sabemos que vamos a morir, pero intuimos que no será pronto, y por tanto perdemos un montón de tiempo en lugar de aprovecharlo. Si supieramos el día, igual espabilábamos. En fin, no sé, pero me gusta lo de renovar cada seis meses "como mucho" ;-))

    Un besote

    ResponderEliminar
  4. Cuando me vuelva a enamorar tengo pensado hacer un pacto que incluya 3-4 puntos, y que uno de ellos sea una revisión de la relación cada 6 meses. Me parece una idea magnífica. Otra cosa es lo que luego ocurra con el pacto, je...

    En serio, cada cierto tiempo revisamos muchas cosas a lo largo de nuestra vida, pero con las relaciones de pareja parece que se da por supuesto que una vez se instaura, ya se guía solita "para siempre". Mala cosa.

    ¿Porqué hacemos tan complicado tratar lo que no va bien?, ¿Porqué cuesta tanto hablar con honestidad? En fin, que esto da para mucho hablar.

    Y no sé si sería capaz de dejar una relación con la que me sienta satisfecha por miedo a que deje de funcionar. Solemos desear mantener lo que funciona, aunque también mantenemos lo que no funciona. ¡¡¡Qué extraño comportamiento!!!

    Besos

    ResponderEliminar
  5. Quizá me equivoque, pero creo que a veces lo que realmente nos cuesta es reconocernos a nosotros mismos, aceptar que cuando estar con alguien, no estarlo o estar con 30 es una decisión personal, que elegimos y con los que nos comprometemos libremente, y por tanto, cuando faltamos a a ese compromiso lo entendemos como un fallo nuestro y tratamos de ocultarlo o de dilatar las decisiones.

    En fin, estamos más preocupados en mantener las espectativas que en cumplirlas (o algo así), y no hablo sólo de la parte física.

    Ya iremos aprendiendo...

    Besotes y gracias por la compañía.

    ResponderEliminar
  6. Tu expresión: "a veces lo que realmente nos cuesta es reconocernos a nosotros mismos", me recordó a una cita que leí ayer en el país semanal, en la sección "los lectores escriben": Tras mi crisis de identidad, un psicólogo me ayudó a saber quién era yo realmente. Mas sigo perdido; desde que me conozco ya no soy el mismo.

    Los cambios y la inseguridad que produce esos posibles cambios nos asustan, y eso nos paraliza. Hay miedo, es natural, es normal. Lo que no es aceptable, al menos para mí, que el miedo nos impida movernos hacia algo distinto.

    Un beso

    ResponderEliminar
  7. Decía Sabina en uno de sus temas (Sin embrago): Ni tan arrepentido ni encantado de haberme conocido, lo confieso.
    Sí, es difícil saber cómo es uno, pero más mostrarse como es. El miedo está -en estas cosas y segúnmi criterio- en que la gente no te acepte, en el rechazo de quienes tratas que te admiren.

    Un ejemplo insustacial: Las audiencias revelan que Tele5 es el canal más visto con diferencia, pero si haces encuentas por la calle, la gente sólo reconoce que ve los documentales de La2 y buenas películas. Y esto que son anánimas. Imagina lo que somos capaces de decir si lleva nuestro nombre y nuestra cara y, además queremos caer bien.

    Un abrazo grande.

    ResponderEliminar
  8. Sinceramente, pienso que lo más importante es ser quien eres, y no ser para que te acepten.
    Hace tiempo que aprendí que no puedo ser aceptada por todos, igual que no acepto a todos, y eso dejó de preocuparme. Yo soy lo que soy, y no “soy para…”. Los que me aceptan, me conocen, y me aceptan con lo que soy. Igual me ocurre con ellos. Habrá cosas mías que gusten menos, que no gusten y que gusten mucho, y con todo ello soy yo. No quiero eliminar ni moldear unas u otras para satisfacer a unos u otros. Sería una locura, y llegaría el momento en el que no sabría quien soy realmente. Soy honesta, valoro mucho la honestidad. La comunicación y la relación desde ahí es más sencilla para mí, aunque no es así para muchos.
    No temo decepcionar porque no pretendo cubrir las expectativas de los otros, ya tengo suficiente con cubrir las mías que no es poco. No ha sido un trabajo sencillo, pero estoy en ese camino. Voy cambiando, no soy la misma que hace 7 años, ni la misma que hace 2 meses, pero es un cambio que va alineado con mi necesidad y no con la necesidad de los otros. Ha sido un aprendizaje, ya me perdí varias veces por vivir conforme a la necesidad de otros, ahora cuesta más perderme, pero cuando percibo que está ocurriendo, retomo mi camino.
    Parece un mensaje egoísta, pero es éste un asunto muy serio y creo que hay que serlo. Esto también he ido aprendiéndolo poquito a poquito.

    Me ha quedado muy largo, no era la intención.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  9. Ha quedado perfecto.

    Y sí, uno o una es como es y debe aceptarlo, lo que también es cierto es que hay que haberse trabajado mucho para no fallar.

    Cuando quedas con alguien o cuando vas a algún sitio, lo normal es que no salgas como si estuvieras en tu casa (hay quien se cree que yo sí lo hago), lo normal es que te arrgles, te pintes y/o te peines, te pongas unos pantalones o una falda conjuntando con zapatos y camisa, y sí, todo es lo que tú has elegido, pero te arreglas más según a dónde vayas.

    Si un presidente de gobierno fuera a las reuniones con primeros ministros en bermudas y camiseta, por mucho que él fuera así y que su mensaje fuera espectacular, al final lo tomaríamos como el pito del sereno.

    En definitiva, el mensaje de uno depende de lo que quieres transmitir, y no quieres transmitir lo mismo con todo el mundo, y esa transmisión y actitud de comunicarte comienza con cosas tan simples como la imagen, no es necesario siquiera decir una palabra, basta la ropa, la mirada o un gesto.

    En fin, que sí, que uno es uno, pero en ese uno hay tantos matices que es difícil no perderse.

    (Ahora el que se lió fui yo)

    Besotes

    ResponderEliminar
  10. Es complicado, pero el ser uno mismo no va reñido con cuidarse, o con desear agradar con lo que te pones, pero ojo, te pones lo que deseas y porque también hay que agradar-se. Vivimos en sociedad, somos seres sociales, necesitamos de los demás, y para ser uno mismo, no hay que ir por ahí dañando a los demás, ni pasando de ellos. Solo que coges lo que te interesa y/o te hace bien, y rechazas o ignoras lo que sabes no te conviene. Evidentemente, no es nada sencillo y a veces no tienes opción a decir que no.
    Por ejemplo, a mi no me gusta trabajar en casa, mi tiempo extra laboral lo quiero para otras cosas, pero por circunstancias "X", este año he tenido que hacerlo más de lo que deseaba. ¡Qué se le va a hacer! No obstante, lo bueno es que es eso, circunstancial, no habitual. A ver quien dice que no según están las cosas.

    En fin, hablando es más sencillo, interactuar enriquece las conversaciones y se puede matizar mejor. Pero bueno, más o menos esto es lo que me surge al leerte.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  11. Evidentemente somos seres sociales (casi todos y casi todas) y uno se viste a su gusto. No obstante, hay veces que nos condicionamos por las circunstancias -una boda, una entrevista de trabajo, presentación de un proyecto...-. Con lo de la ropa quiero decir sólo que, en ocasiones, pretendemos causar en los demás una impresión que no necesariamente tiene que ver con cómo somos. En fin. que dentro de nuestra forma de ser, hay un porcentaje que depende de los demás. Reconocerlo está bién y saber hasta dónde se puede llegar, mejor.

    ;-)) Besotes

    ResponderEliminar
  12. Bueno, no estoy del todo de acuerdo contigo, y sin ánimo de polemizar, decir que hacer concesiones según las circunstancias no significa traicionarse, siempre que no suponga más carga que satisfacción. No se puede transitar por la vida con una rigidez extrema. Adaptarse conservando tu estilo y tus creencias es posible, aunque unas veces cuesta más que otras. Entre el blanco y el negro hay toda una gama de tonos. Es que si no, mejor irse a vivir a una cueva sin nadie con quien compartir ni por quien hacer concesiones. Aunque eso sería poco enriquecedor y muy triste.

    Creo que estamos de acuerdo en general, aunque con matices.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  13. A ver, que esta es la típica conversación en la que los matices parecen que decimos cosas que no son las que decimos y no estamos tan distantes. Lo que trato de decir es sólo que a medida que el tiempo pasa y nos vamos afianzando en lo que somos, vamos pasando de cosas que en otro momento nos parecieron fundamentales. Y por supuesto que incluso en esos momentos de "condicionamiento social", no dejamos de ser nosotros. El pero es que hay veces que entre una cosa y otra nos cuesta reconocernos, y creo que siempre deberíamos reconocernos en lo que transmitimos.

    Besito

    ResponderEliminar
  14. Touché. Comprendido y de acuerdo. Zanjado, pues.

    ResponderEliminar